Pantalla, papel y tijera

Uno de los juegos más divertidos y universales es el de “Piedra, papel y tijera”. Todos lo hemos jugado y cuando se lo explicamos por primera vez a un niño, no duda en apropiárselo. Su combinación de simplicidad, sorpresa y reto, lo convierten en un clásico que pasa de generación en generación casi sin esfuerzo.

Lo traigo a cuento, por su similitud con el dilema que aparentemente enfrentamos los padres y los demás adultos que tenemos un niño cercano y formamos parte del grupo que lo cuida y educa. Abuelos, tíos, hermanos, maestros y padres nos preguntamos permanentemente hasta qué punto es bueno que las “pantallas” formen parte del conjunto de artilugios que ocupan el tiempo de los niños.

Pongo entonces la pantalla en el lugar de la “piedra”, como una de las opciones en este juego de azar y en la analogía que propongo ésta puede ganarle a la “tijera”, que simboliza la actividad física, pero es vencida por el “papel”, que representa a los libros.

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La presencia permanente y obstinada de las pantallas nos pone a pensar si estos aparatos tan “inteligentes” están usurpando y absorbiendo importantes momentos de nuestra vida común y reemplazando muchas oportunidades de interacción con los niños de todas las edades.

Muchos vemos con cierto disgusto cómo en un restaurante, justo después de que le traen la silla alta al niño de la mesa vecina, sus padres lo enchufan a una tableta llena de juegos, para luego proceder ellos también a encender las pantallas de sus móviles. Y, por supuesto, lo primero que hacemos es tomarles una foto instantánea y subirla a nuestras redes con un comentario punzante.

Tampoco entendemos por qué los vehículos tienen ahora pantallas en los asientos traseros para que los niños se entretengan, como si la vida y el mundo que pasa por las ventanillas no fuera suficientemente interesante para ellos. El mundo virtual es más seductor que el real, o por lo menos ese es el mensaje que les transmitimos en todo momento a los niños.

Nuestro ejemplo es claro y ellos nos quieren imitar y participar en eso que debe ser muy bueno puesto que tiene tan embelesados a los adultos que los rodean.

He encontrado, usando mi sabihondo y extremadamente listo teléfono, muchos escritos en donde recomiendan que los niños no deben tener acceso a las pantallas hasta que no cumplan cierta edad. Este número mágico de años varía de autor a autor, con extremos tan drásticos como los catorce años.

Yo opino lo contrario. Las pantallas están allí y son un elemento tan cotidiano que es importante que los niños aprendan a manejarlas y a controlarlas como parte de sus vidas.

Como las tijeras. Por supuesto que no vamos a dar unas tijeras con punta a un niño pequeño. Vamos a darle las tijeras de punta redonda adecuadas a su edad y vamos a proporcionarle muchas oportunidades para que aprenda a manejar esa herramienta con destreza. Ninguno de nosotros dudaría en calificar de ridículo un artículo en la web que dijera: “Las tijeras deben ser prohibidas a los niños menores de catorce años”.

Todos estamos de acuerdo en que hay que darle la oportunidad a las tijeras. Y con ellas me refiero a toda clase de actividad física. Los columpios, los rodaderos, los balones, los triciclos, los trampolines, las piscinas, las manualidades, la siembra en la huerta, el barro, la plastilina, los botes, los bailes, las masas, las pinturas, el mugre… no ponemos ninguna objeción. Excepto claro, la tradicional prohibición de las abuelas: “¡No corras con las tijeras!”

Y como en nuestra analogía, la “piedra – pantalla” mata a las tijeras, debemos aprender a equilibrar la batalla y lograr que haya lugar para todo, con límites claros pero sin extremos ilógicos.

Pero falta que salga a la arena el otro luchador: el “papel”.  Con sus super – poderes es capaz de matar a la “piedra”, si le damos el chance. Se trata de los libros, los cuadernos, las hojas sueltas, que son capaces de entregar y recibir todas las historias, dibujos, símbolos y palabras que quepan en la imaginación y más allá. Me sonó cursi y exagerado, lo sé. Me hizo acordar del letrero del almacén que vi en un barrio que decía: “Miscelánea y algo más…”

El poder del papel es infinito. No necesita recarga ni sistema operativo. No se bloquea ni se desactualiza. No es peligroso andar con él en la calle y nadie te lo va a robar. No tiene límites y es tan interactivo como a ti se te antoje.

Pero ese poder no se despliega solo, ni será descubierto por los niños si no hay un esfuerzo real de los adultos que lo rodean por liberarlo. El niño tiene que ver libros por todas partes y adultos que los utilizan y los disfrutan. Tiene que verse involucrado en momentos de lectura entretenida constantemente, sin premeditación, con naturalidad. Ha de ser algo tan cotidiano y tan cautivador como encender una pantalla.

Leer imágenes primero y palabras después es quizás la actividad intelectualmente más completa que existe y requiere de un acompañamiento activo por parte de los adultos para que después se convierta en un hábito y en una competencia real.

Las pantallas y las tijeras, se aprenden a usar sin mayor esfuerzo, pero el papel requiere de nuestra ayuda.


Algunos consejos con respecto a las pantallas:

  1. Muchas habilidades valiosas se pueden aprender muy temprano en los teléfonos listos: grabar mensajes, tomar fotografías, llamar a los abuelos, navegar entre aplicaciones. Realizar estas actividades con los niños es muy entretenido y útil, pero con supervisión.

  2. Los videos son muy útiles para aprender a apreciar la música, conocer lugares, animales, deportes… Es buena idea crear una lista de favoritos y acompañar y comentar durante la reproducción.

  3. Si estamos en alguna actividad con nuestros niños y suena el teléfono, es buena idea contestar y decir claramente: “No puedo atenderte ahora porque estoy jugando (o leyendo, o dibujando…) con mi hijo. Te llamo más tarde”. Demostremos que el teléfono se puede colgar. Que somos más listos que los aparatos. Que el tiempo con ellos es más importante.

  4. Pongamos reglas para todos. No hay aparatos en la mesa durante las comidas. No hay TV encendida mientras estamos jugando. No encendemos automáticamente ningún aparato si no es con un propósito definido. No hay aparatos encendidos en el asiento trasero del vehículo.

  5. Pongamos en claro la utilidad de cada aparato y de cada aplicación. Expliquemos como funciona un grupo de charla, aclaremos cuando se puede o no llamar a una persona, pongamos las horas y límites de los videos, creemos momentos y alcances para los juegos, demarquemos lo que es para grandes y lo que es para niños.

  6. Divirtámonos con la tecnología. No la convirtamos en un campo de batalla generacional. Y siempre que podamos, apaguemos la pantalla y encendamos la tecnología más antigua y poderosa de la humanidad: el papel.

Guillermo Ramírez

www.revistacucu.com

2 comentarios

  1. Me encanta la iniciativa y la posibilidad que tengo de multiplicarla… de ahora en adelante seguiremos el vuelo de cucú. Felicitaciones!!!

    • Qué alegría. Contamos con todos nuestros suscriptores para que nuestro cuento llegue muy lejos.

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