CUCÚ EN EL QUINDÍO

¡Bien pueda, siga! 

Hay expresiones que hemos escuchado toda la vida y jamás nos cuestionamos, hasta que un extranjero nos llama la atención sobre lo curiosas que son. Podríamos analizarla palabra por palabra y nos enredaríamos mucho, así que simplemente la acogemos como ese permiso amable que nos indica claramente que la puerta está abierta, que no podemos quedarnos afuera. Es tan elocuente y poderosa, que marca el inicio de una relación de hospitalidad inigualable en muchas regiones de Colombia.

La traemos como preámbulo de un llamado a fomentar en nuestros niños la habilidad de ser buenos anfitriones y formidables viajeros. No se trata solamente de abrir las puertas de nuestra casa, sino de abrir nuestra mente a nuevas experiencias y personas, una habilidad que, cultivada desde muy temprano, les permitirá además de apreciar lo propio, también respetar y celebrar las diferencias. 

Imaginemos a un niño colombiano explicando con orgullo la historia del Parque Nacional del Café o la belleza de la Palma de Cera en el Valle del Cocora. Convertir a los niños en pequeños “guías turísticos” de su entorno les permite conectar con sus raíces, apreciar la riqueza cultural y natural de su región y sentir un profundo sentido de pertenencia.

¿Qué hay que hacer para crear una nueva generación de embajadores de su hogar, de su región y de su país? 

ALGUNAS SUGERENCIAS

1.  Enseñar con el ejemplo. 

Los niños son espejos de lo que ven. Seamos anfitriones ejemplares en casa y viajeros respetuosos cuando visitemos otros lugares. Que nos vean recibir con alegría y agradecer la hospitalidad recibida. Que sientan cómo apreciamos las nuevas experiencias, cómo le damos importancia a saludar, a presentarnos, a recordar los nombres de las personas y a escuchar activamente. 

2.  Involucrarlos en el proceso.

Recibir visitas es un trabajo intenso que necesita de la colaboración de todos dentro de sus capacidades. Desde poner la mesa, hasta organizar el cuarto y crear un plan de visita para los amigos. Cuando salimos, también hay que hacer la tarea de investigar sobre el destino, su gente y sus costumbres. Ya sea la casa de los amigos o cualquier lugar nuevo, debemos apreciar los atuendos de las personas, las tradiciones, los objetos y las expresiones culturales con una curiosidad respetuosa.

3.  Explorar juntos el entorno.

Hagamos de nuestro barrio, nuestra ciudad y nuestra región un campo de juego para el descubrimiento. Visitemos museos, parques, mercados locales y pongámonos en la tarea de investigar y compartir datos curiosos. Esto fortalecerá nuestra conexión con el patrimonio local y nos dará herramientas para “guiar” a otros y construir conversaciones muy animadas que los más pequeños pueden iniciar y conducir.

4.  Fomentar la curiosidad y el respeto por las diferencias.

Cada persona que llega trae consigo una historia y una perspectiva única que enriquece nuestro propio mundo. Aprendamos a hacer preguntas sobre otras culturas, idiomas y costumbres. Estemos listos a asombrarnos y apreciar las diferencias. ¿Qué comen? ¿Qué música escuchan? ¿Cómo se saludan? Fomentar la curiosidad a través de preguntas amables y genuinas abre puertas a la comprensión y derriba barreras.

5. Practicar la gratitud.

Después de una visita o un viaje, hablemos sobre lo que apreciamos y lo que aprendimos. No es mala idea enviar notas de agradecimiento o expresar verbalmente el aprecio. Esto refuerza el valor de la gratitud y la importancia de reconocer la generosidad de los demás.

La hospitalidad es un regalo que damos y recibimos, una habilidad que enriquece vidas y construye puentes. Al enseñar a nuestros niños a ser buenos anfitriones y viajeros, les estamos entregando las herramientas para ser ciudadanos del mundo, capaces de apreciar la belleza en lo propio y lo ajeno, y de construir un futuro más conectado y empático. 

CUCÚ EN EL QUINDÍO – ENTRE RAMAS – JULIO 2025


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