Seguramente no has oído acerca de la palabra Jólabókaflód. ¿No? Bueno, no es grave, nosotros tampoco la conocíamos, pero una búsqueda en la red nos trajo la respuesta. (¡Queda de tarea!)
Mientras tanto, conversemos acerca de la lectura en casa y para eso les vamos a presentar a dos personajes:
- Emma, que sabe que en su biblioteca cada libro tiene una historia distinta y siempre que llega un adulto a visitarla tiene la elección precisa para leer con cada uno, tiene dos años.
- Martha, que tiene cada bimestre la tarea de comprar seis (y a veces más) ejemplares del mismo libro para distribuir entre los miembros adultos de su club de lectura, tiene 35 años.
Las dos podrían ser la misma persona con tres décadas de diferencia si no es porque ahora mismo pueden estar acostadas en un sofá disfrutando del mismo libro en un mini club de lectura que se ha creado informalmente entre la tía y la sobrina. Su propio e íntimo Jólabókaflód.
La conclusión apresurada y alegre puede ser que el amor por la lectura es algo que perdura toda la vida. La inmediata inquietud que resulta es ¿cómo se puede convertir alguien en un amante de la lectura?
Algunas reflexiones…
Para leer se necesita tiempo.
Esta es la principal excusa que emerge de los labios de quienes “quisiéramos leer pero…” Somos aquellos que tenemos docenas de libros empezados y una torre de ellos en la mesa de noche. ¿Cómo hacemos?
1 – Pongamos a los libros en nuestra agenda. Hagamos una cita con su protagonista y abrámosle espacio. “Ocho PM, cita con Poirot”.
2 – Optemos por los libros de bolsillo que podamos abrir en la cola del banco o en el transporte público. No salgamos de casa sin ellos.
3 – Con nuestros hijos, fijemos sesiones de lectura cotidianamente. Podemos leer juntos el mismo libro o acompañarnos, cada uno con el suyo. ¡Que sea un plan!
Leer debe asociarse con el placer.
Si no te engancha un libro, déjalo. Sin remordimientos. Los niños son muy claros en eso. En las bibliotecas infantiles, se nota cuáles son los que tienen los bordes mordidos (literalmente) y cuáles están casi nuevos. Por algo será.
La poesía y las historias cortas, pueden ser un buen comienzo para enamorar a los niños acerca del poder del lenguaje escrito. Más adelante se puede pasar a libros con capítulos, de manera que cada “pedazo” de la historia se puede consumir en una sesión de lectura.
La lectura también es conversación.
Dale tiempo a las palabras y las historias. Profundiza en la búsqueda de las que son nuevas, complementa la narración con búsquedas adicionales. (¿Ya encontraste Jólabókaflód?)
Conversa con tus niños (o contigo mismo) acerca del lugar, del momento histórico, de las costumbres, de las circunstancias que pueden explicar lo que ocurre o lo que puede pasar.
Métanse en la piel de los personajes. Piensen alternativas de solución a sus dilemas, compárenlo con situaciones cercanas y trasládense en el tiempo y el espacio. Imaginen la situación en un contexto diferente, qué habría pasado si Sancho Panza, por ejemplo, hubiese tenido un teléfono móvil.
Celebremos a los autores y a los artistas.
Empecemos a crear nuestros favoritos con nombres propios. Reconozcamos los estilos, las historias que les gusta contar, los temas recurrentes y los secretos de cada uno. Busquemos acerca de sus vidas, de sus tiempos, de sus países. Entendamos la artesanía y laboriosidad que hay en cada libro.
Los libros hacen de la vida un evento extraordinario, nunca es muy temprano ni muy tarde para empezar a quererlos.
Guillermo Ramirez
Revista Cucú – Familia #25